¿Por qué no lo denunciaron antes?

Mérida, Yucatán, abril 2021.

Diana Bañuelos

El otro día en el parque mientras corría, vi que un hombre se aproximó a una niña que jugaba aparentemente sola. Apuré el paso para acercarme más a ella y alcancé a escuchar que el hombre le preguntó su edad. Nueve años, respondió. Él le pedía que lo acompañara, y la niña le decía que no. Me acerqué más para protegerla, cuando apareció no sé de dónde una señora mayor en silla de ruedas gritando y maldiciendo al hombre. Sus gritos alertaron a los guardaparques que llegaron enseguida y le pidieron al tipo que se retirara del lugar; de todas maneras decidí quedarme un rato cerca de la niña y la abuela por si se le ocurría regresar. Me fue imposible no escuchar la conversación de la abuela con su nieta después: “Ya te dije que hay muchos hombres malos, que andan buscando niñas como tú para llevárselas… ese señor te quería robar, tienes que tener más cuidado, mejor ya no salimos a esta hora, ya no vuelves a venir con vestido…”

Nueve años y una ya está aprendiendo a cómo no ser violada. Así es ser mujer en una sociedad que permite y fomenta la violencia sexual a través de la cultura de la violación, responsabilizando a las víctimas de sus propios ataques. La niña no hizo nada malo: los violadores, en este caso pedófilos, son los que deberían ser cuestionados. Son quienes deberían ser el centro de la discusión. ¿Qué llevaba puesto el violador? ¿Estaba alcoholizado o intoxicado? ¿Cuántos años tenía? ¿A qué se dedica? ¿Por qué estaba solo?… Son ellos quienes deberían estar en la mira y sufrir el calvario después de ser denunciados y no las mujeres a las que agreden.

Hablar de estas cosas no es fácil, nunca lo es. Y quienes hemos sufrido violencia sexual o hemos acompañado a otras mujeres en ese proceso, tenemos claro que las víctimas hablan cuando pueden hacerlo. 

Segun una investigación hecha por Animal Político, de 2014 a 2018, los poderes judiciales del país reportaron la emisión de 6 mil 898 sentencias por delitos de violación y abuso sexual en todas sus modalidades. Este registro no desglosa cuántas de esas sentencias fueron condenatorias o absolutorias, pero en comparación con los casos denunciados, la proporción de sentencias dictadas apenas equivale al 4.7%. Es decir: solo cinco de cada 100 denuncias llegan a una sentencia. En otras palabras, hay impunidad en el 95% de los casos.

Entonces, tenemos este escenario cruel, en el que socialmente se les exige a las víctimas de violación que denuncien “en tiempo y forma” obviando todo el estigma, humillación y escarnio público, violencia institucional, revictimización e impunidad con las que se encuentran en el proceso. Les pedimos que denuncien a su violador, aunque todos sabemos bien que tenemos instituciones plagadas de corrupción que lejos de salvaguardar la integridad de las víctimas, las exhibe y violenta una y otra vez por años, y muy rara vez reciben justicia.

Asi que es bastante lógico que la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2016) refleje datos como que el 78.6% de las mujeres que vivieron violencia sexual no solicitaron ningun apoyo, y el 94.4% no denunciaron.

 “¿Por que no se quejaron hace dos años? ¿Por qué no se quejaron el año pasado? ¿Por qué tenía que ser ahorita? También es parte de nosotras, lo que nos pase ahorita, lo tenemos que decir ahorita…” Estas fueron las declaraciones que Camino Farjat realizó haciendo alusión a su ahora compañero de partido, el candidato a la gubernatura de Guerrero, Félix Salgado Macedonio. En ese mismo tenor, descalificó la lucha feminista llamándola moneda de cambio”, “¿por qué de lo que se quejaron este 8 de marzo no se quejaron hace dos años, ni el año pasado?” Imitando el discurso de nuestro presidente, que piensa que el feminismo existe para desacreditarlo a él, y no porque haya un reclamo legítimo ante la escalada de violencia feminicida en el país. 

Y tal vez la legisladora no lo recuerda, pero de hecho, en 2016 hubo una marcha multitudinaria en la ciudad de México, en lo que se llamó la primavera violeta, donde más de 60 mil mujeres se concentraron en el zócalo para exigir un alto a la violencia machista. Así que sí nos quejamos el año pasado, y el anterior, y el anterior a ese. Llevamos años haciéndolo.

Estas declaraciones me hicieron preguntarme si todos nuestros legisladores se encuentran tan desconectados y ajenos a la realidad que vivimos no únicamente las mujeres, si no todos los mexicanos.

Es claro que Verónica Camino Farjat habla desde los privilegios que su estatus económico, social y político le confieren. Porque para poder denunciar y darle seguimiento a esa denuncia, se debe disponer de un mínimo de recursos económicos, pero sobre todo, de un sistema de apoyo de amigos y familiares que sean nuestro sostén durante todo ese horrible proceso. La realidad es que no todas estamos en condiciones de denunciar “ahorita”, en ese mismo momento en que ocurrió, a veces porque tenemos miedo. Porque quizás hay amenazas de muerte, porque no queremos perder nuestro empleo, o porque no sabemos a dónde ir ni con quién, no tenemos cómo llegar, o no podemos escapar de nuestro violentador las ocho horas que se requieren para ir a poner una denuncia por violación.

Me parece importante que la senadora sepa que para hablar de víctimas de violación, primero hay que empezar por comprender que asumirse a una misma como víctima de violación no es fácil. Tampoco lo es hablar de ello. A veces lo último que queremos es que otros se enteren de lo que nos pasó. Otras no podemos denunciar cuando recién nos pasó porque somos niñas y tenemos miedo de que nadie nos crea, o lo decimos pero nadie nos cree. Y algunas otras veces, porque ni siquiera podemos ver que lo que nos pasó fue una violación. Nos educan para pensar que un violador es un extraño, un hombre que aparece de la nada en la calle y te lastima. Nos cuesta aceptar el hecho de que novios y esposos también violan, a pesar de que esto ya se encuentra contemplado en el Código Penal Federal desde 2005. 

Y por todo esto es que a veces pasan años y años, hasta que por fin, podemos hablar. Y nadie tiene derecho a juzgar ni a recriminarle eso a una víctima. Las víctimas de violación hablan cuando pueden, no cuando quieren. No cuando es propio, no cuando es necesario, no cuando se les impone. Y si como legisladora no estás haciendo nada para cambiar la realidad de todo el tormentoso proceso que les espera una vez que se atreven a denunciar, lo mínimo que puedes hacer, es no violentarlas de nuevo con declaraciones insensibles que las culpan por no haber hablado antes.

Yo sí quiero dejar claro que al menos en mi caso, una disculpa pública no está ni cerca de ser suficiente. La senadora tiene un largo camino que recorrer si quiere ganarse la confianza de las mujeres que dice representar en Yucatán. Pero como el feminismo es para todas las mujeres, y todas son bienvenidas, estoy segura que más de una estamos abiertas al diálogo para apoyarla en su proceso de deconstrucción; solo tendría que demostrar un interés genuino para hacerlo, porque, usando sus palabras, nuestra lucha no es una moneda de cambio electoral.

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